Finalizaba anteayer en Malabo la
III Cumbre de Jefes de Estado de América del Sur y África. Produce desasosiego ver como la agenda política es capaz de mezclar lo más inverosímil. Es duro ver a antiguos guerrilleros y líderes sindicalistas como Dilma Roussef o Evo Morales, que sufrieron en sus carnes lo que es la dictadura y la represión, pasearse por Guinea Ecuatorial de la mano de Obiang, el último (y el más pequeño) de los dinosaurios africanos de la Guerra Fría reconvertido hoy en señor del petroleo.
Y que conste que no son los primeros. Recuerdo como si fuera ayer a nuestro estimado ex-presidente del parlamento español, señor Bono,
pasearse tranquilamente por aquellos parajes soltando "nos unen más cosas de las que nos separan" ante la prensa.
Si cooperación para el desarrollo implica realmente transformación social, lo que está claro es que latinoamérica tiene en estos momentos mucho que ofrecer. Pero también tiene mucho que perder mostrándose condescendiente con regímenes que están en las antípodas de los valores que presumiblemente encarna.
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